Furor Español

Furor Español

Había una vez un barco de la Armada española llamado “Furor”. Sí, como lo oyen: F U R O R, un término que evoca tempestades, bramidos de cañón, ímpetus guerreros y hasta la bravura de los tercios de antaño. Un nombre que intimida y presume que España aún es capaz de rugir en alta mar como en los tiempos imperiales.

En su primera gran misión de decoro internacional, iba a algo mucho más peligroso que una guerra: escoltar una flotilla civil (FLO TI LLA: FLOTA PEQUEÑA) con un cargamento muy amenazante: harina, arroz, leche para bebés, agua y medicamentos. Y mucha DIGNIDAD. Rumbo a Gaza para personas sometidas a un hambre brutal. Una misión humanitaria, un acto de decencia que no han acometido los gobiernos mundiales.

El  “Furor Español”, un rugido que se quedó en bostezo, tornó en un susurro de papel mojado: promesas huecas, discursos hinchados y luego, silencio. Era una retirada planeada, cálculo político y postureo.

Pero sí, esa fiereza de la PIEL DE TORO” sí estaba, pero no iba en un buque de guerra, sino en una flotilla (FLOTA PEQUEÑA) encabezada por “El ALMA” un barco sin almirante en que navegaban unos atrevidos cuyo único emblema es el arrojo y el coraje. Una flotilla que resignificó y encarnó en sus propias vidas y en sus cuerpos ese nombre de epopeya, FUROR, como la capacidad de sostener una gesta encomiable de humanidad.

Estos valientes han sido secuestrados. La zona de exclusión es un invento israelí,   Cada barco es territorio español asaltado, España ha sido atacada por otro Estado y debe responder. La bandera que ondea sobre una embarcación determina su nacionalidad y la jurisdicción que la protege. La interceptación de un barco con nacionales españoles y materiales humanitarios legitima —por derecho, por decoro y por interés político— una respuesta del Estado que vaya más allá de los comunicados timoratos.

El Gobierno ya no puede plegarse a las presiones, agachar la cabeza ante los mismos actores que perpetúan un GENOCIDIO en Palestina y maquillar su renuncia con tecnicismos.

Porque mientras tanto, en Gaza, sigue el hambre. Y la muerte

Y en esta piel de toro lo único que arde es la vergüenza.

El episodio no es solo una lección política: es una herida ética. Una flota pequeña ha mostrado que el furor y la fiereza que necesita el mundo ahora no está en las armadas ni en los gobiernos cuando se enfrentan a piratas y al poder que intimida. Y cuando un Estado ataca impunemente la respuesta no puede limitarse a la demagogia sino la audacia para poner los derechos humanos por encima de los intereses geopolíticos.

Gobernar es decidir, y decidir implica un coste, una renuncia, a gustar a todo el mundo, a las adulaciones y alabanzas, conlleva asumir ser criticado y quizás vilipendiado.

La realidad exige acción, GESTAS y no gestos de sumisión, cálculo y la vieja costumbre de lavar la conciencia en comunicados de prensa.

¡Dios aborrece a los tibios!

Acción es ACTUAR CON MÁXIMA FIRMEZA Y DETERMINACIÓN

-          ROMPER CON EL ESTADO TERRORISTA DE ISRAEL

-          CONCLUIR LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS y COMERCIALES

-          BOICOT AL COMERCIO DE ARMAS

-          EXPULSIÓN DE TODOS LOS EVENTOS INTERNACIONALES Y NACIONALES

-          EMBARGOS Y SANCIONES

La acción humanitaria no puede quedar en manos del altruismo individual: los gobiernos deben asumir la protección.
Si una flota civil debe arriesgar vidas para llevar pan y medicinas, es porque las instituciones internacionales han fracasado. La movilización por la vida y la dignidad no puede depender de que personas pongan sus cuerpos en la mar; debe ser una política colectiva de Estados.

En ese sentido, la propuesta de Gustavo Petro de crear una fuerza internacional —una iniciativa para proteger civiles y corredores humanitarios y hacer cumplir el derecho internacional— merece ser tomada en serio y debatida por la comunidad internacional como una opción de protección activa y enfrentar la impunidad y el despotismo de los matones.

“La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”, decía Thomas Mann

La paradoja de la tolerancia, formulada por Karl Popper, nos ha de servir de alerta:

Una sociedad tolerante no puede tolerar la intolerancia, ya que esto podría llevar a la destrucción de la propia tolerancia”


- Almudena Sosa Guzmán

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