
— Tal vez hayas hecho un largo camino para visitarme -le dijo al ladrón- y no debes irte con las manos vacías. Por favor, acepta mi ropa como regalo.
El ladrón quedó desconcertado, tomó la ropa y se fue sin decir nada. El sabio, desnudo, se sentó a mirar la luna.
— Pobre hombre -pensó-
¡Ojalá pudiera darle esta hermosa luna!
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